Cuando se ponen de moda las obras sobre la Mafia, en las que se mitifica a la organización, en las que se hace de ella un ente todopoderoso y temible y en las cuales el mafioso se coloca al margen de una sociedad a la que, aparentemente, hostiga y de la que extrae beneficios con medios ilícitos exclusivos, Jimmy Breslin, periodista conocedor excelente de su oficio y por ello del mundo real en que vive y del que cada día tiene que informar, decide escribir una novela en que la realidad de cada día sea la principal protagonista. Jimmy Breslin viene a decirnos con su novela, escrita en el mejor estilo del periodismo americano, irónico y con los pies en el suelo, sobre un tema que comenzaba a pasarse de rosca, que la Mafia no es ni una institución de caridad ni una organización más terrible que cualquier otra institución típicamente americana, incluida la presidencia. Cuando se considera a la Mafia como una respuesta de los inmigrantes italianos a las dificultades que la peculiar estructura social de los Estados Unidos oponen a su deseo de vida normal, tal como ellos la entienden a partir de sus raíces campesinas europeas, entonces la Mafia pierde algunos enteros como mito y comienza a mostrarse en su verdadera tesitura. Y resulta, que la Mafia todopoderosa y terrible no es sino un estado natural de la sociedad americana, mientras que el comportamiento de los italianos mafiosos, presuntamente especializados en los medios más avanzados de la delincuencia, no es más que la reacción de unos campesinos trasplantados que montan sus defensas -muchas veces infantiles, grotescas o por lo menos no tan eficaces como se las supone- contra un mundo en el que reinan la violencia y el dinero. La novela, así, no es una burla, ni siquiera una sátira, sino simplemente una ponderada y serena desmitificación.